jueves, noviembre 28, 2019

Feriado nacional

FERIADO NACIONAL

Fue sorprendente desde que encendió el automóvil, había dejado de llover, diluviar, según Noé. La humedad se apoderaba hasta del silencio. Puso a andar el automóvil y vio despejada la ruta. Parecía un día especial porque el tráfico había disminuido considerablemente. Las columnas de automóviles, pulverizan los sentidos, sistemáticamente. Esto es a diario. El automóvil se inventó para esta ciudad. Es uno de los más grandes estorbos para disfrutar el urbanismo en el buen sentido de la palabra. La gente  adora el vehículo. Los veo acariciar los modelos en las  tiendas de  venta. Tocan todas sus partes, se sientan, arrellanan, y comienza la experiencia táctil, visual, sensual. Pareciera una propiedad femenina y viceversa. El fetiche de cuatro ruedas, luce su estampa. La ciudad lo recibe con huecos, verdaderos cráteres, calles angostas, sol y lluvia, lo pone a sudar la gota gorda. Que se gane la preferencia en el asfalto. Dirá, pienso. Las ciudades están vivas, pero no hablan, son introvertidas, piensan hacia adentro, solo exteriorizan sus grietas, unas fachadas horrorosas, edificios construidos por una misma mano. Claro está, que aventurarse a caminar, es poner un poco en riesgo la vida  y el alma por esas calles sin dios ni ley, espacios  sin aceras, precarios, trazados por el viento y la buena voluntad del destino, un saldo que dejan de las construcciones los promotores, amos y señores del espacio público.
Atraviesa la ciudad el automóvil, con alegría diría,  si pudiera contemplar la cubierta del motor. Se aproxima frente al mar  con una cierta tranquilidad inhabitual.  La hora no importa en la ciudad, los automóviles se desplazan lentamente, como elefantes que van a morir.
 El mar no hace distinción del reflejo de los grandes ventanales, de las edificaciones que pretenden retar su majestuosidad. Todos  intentan mirarle, privilegian su vista, reconocen tácitamente su majestad y se convierten en sus súbditos. El mar no se inmuta, permanece. No tiene tiempo para ser contemplado, vive su profunda, inmensa, sorprendente, fascinante vida marina.
En toda la ruta no se veía tráfico. Un día asombroso, aunque gris. Cortesía del silencio y espacio. Una ciudad, calles, desconocidas. El automóvil se desplazaba a sus anchas. Estaba el mismo policía de tránsito  frente a  un paso peatonal. El resto de la avenida era inusual, semi vacío. Atravesó el puente que  bifurca  rutas y atasca automóviles,  con suma facilidad. Sorprendente. Se deslizaba por una autopista en toda regla. La humedad seguía presente invariablemente y no se trata de una sobreviviente, sino protagonista privilegiada de su hábitat. Respira su propia atmósfera. Se siente  pez en estas tibias sudorosas pacíficas aguas.
No se siente ninguna bocina, ni se ve manejo desordenado. Unas calles con clase, disipadas, relajadas, algo bucólicas. La vibrante ansiedad estresante diaria, ha desaparecido por arte de magia. No se ven taxis, pocas personas en los paraderos de buces, alguien se tragó la ciudad o la gente  se la llevó en viento. Quedan cuarenta metros para llegar al trabajo. Calle angosta, siempre  saturada de vehículos y ahora vacía. ¿La ciudad ideal, de pronto? El viejo motor avanza como dueño por su casa, con aire  de un clásico en exhibición o en pleno concurso. Los estacionamientos vacíos, otra grata  sensación. Generalmente  se puede  encontrar un hueco tipo supositorio. Ahora el espléndido espacio. Un estacionamiento vacío puede ser una sensación de paz o crear ansiedad, temor, algo parecido a la inseguridad. Eso pasa mucho en las películas. Hay tanta tensión, película en los estacionamientos, pero nadie se  fija en lo incómodos que son algunos. Parecieran hechos con las sobras de los diseños de la edificación. El vehículo quedo espectacular en el centro, rodeado de nadie, es un clásico del siglo pasado y por lo general lo flanquean unos modelitos millennials del siglo XXII, absolutamente jactanciosos.  Latas vanidosas, engreídas, superficiales.
Hice contacto finalmente con la tarjeta, entré al edificio, subí las escaleras y de pronto veo el gran espacio  con  decenas de computadoras vacías, ni un alma, el vacío total, ese que se hace más que presente, se impone. Y de pronto veo a una trabajando y le pregunto: ¿Qué se hizo la gente? Responde: hoy es día  feriado nacional.
Rolando Gabrielli©2019

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