jueves, julio 15, 2010

Ojo al ojo de Millàn


Ojo al ojo,
de Millàn,
donde pone la palabra,
està el poema.
Rolando Gabrielli©2010


Me gusta volver  a los poemas de Gonzalo Millàn, como un viejo soldado del Ejèrcito de Salvaciòn, fanàtico, ciego y detenido al mismo tiempo en una esquina cualquiera del tiempo y la vida, sin que nadie  me atienda, ni escuche. A buscar un beneficio anònimo, sin otro intermediario  que el esfuerzo personal. Soldadito de trinchera, sin ninguna posibilidad de grandes ni pequeños titulares, neones de la oscuridad, mis coetàneos aplauden frente al mar y la cordillera hace eco. Otros suscriben la antologìa de la Patria. O el gran premio de la posteridad floral de los juegos y  la primavera eterna.
 La palabra  en el desierto es un grano de sal y arena. Norte y Sur, Millàn el màs precoz de todos, sin duda   artesano, dedicado, laborioso, moroso y voluptuoso seductor de la palabra, con su esmeril encantado. Recuerdo aquellos paisajes de su propio oficio sobre una amplia mesa, rodeado de diccionarios, autores, escribiendo a mano sobre la  hoja en blanca, a veces tan estìtica. Su antigua casa en las faldas del Cerro San Cristòbal, en las proximidades de La Chascona nerudiana o  en Tobalaba, Ricardo Lyon, donde Santiago le remara el cuerpo, sus muebles, biblioteca y mujer. El poeta no depende de sì mismo, ni su escritura de una  sola palabra.
Es un ejercicio solitario, empujado por viejas memoriosas lecturas y los recuerdos, imàgenes, obsesiones compartidas, circunstancias, una època irrescatable. La primavera  y los veranos como telòn de fondo de un conjunto de olores que se traducen en una manera de estar, sentir, pasar, ser, respirar.
En Limbo City uno tiene el tiempo para el juego del pasado, dejar que la hoja liviana tome altura y  no se haga necesario registrar si las nubes acosaron  con sus retazos blancos el  cielo azul invicto de la mañana.
La poesìa de Gonzalo Millàn es como la yema de sus dedos, tàctil y visual, recurrìa a observar lo inesperado y creo le gustaba tocar la madera de sus versos que ponìa en 9 versiones hasta dar con la última que es la definitiva. Jugaba  con la miniatura de la palabra y los objetos que construìa con cajas y palos de fòsforos. Levantaba un universo a la medida del  asombro y cotidianidad, al uso de los materiales visuales, manuales y siempre se remitìa a la palabra. Los poetas objetivistas estàn en sus  sentidos y textos,
Relaciòn Personal interpreta, recrea y rehace los primeros pasos del amor y la adolescencia, la pareja que dibuja y desdibuja en sì misma, su ventura iniciàtica. En el orden de los dìas y la poesìa, un primer libro, que se convierte para el lector màs exigente en un fruto maduro: el poeta ya habìa plantado la semilla en la tierra.
Miro y me miro en las dos ediciones de Relaciòn Personal, la original, pequeña como una persiana verde que esconde  a dos còmplices. Contraportada verde, el jardìn del amor, donde se gana y pierde, la rosa y la espina. Esta ediciòn data de 1968 y contiene  42 poemas que son alfilerazos al corazòn de un lector que va dispuesto a entrar en un libro que contiene  el ritmo de la vida, sus olores, sabores, encantos y desencantos, la experiencia de un buceador que sabe reparar el dolor con humor, que conoce sus limitaciones, sabe encontrar en la memoria un mejor presente. Se siente la pelusilla de los dias adolescentes. El fruto puede caer o no en la palma de la mano del joven, pero la palabra està madura. Un libro que todo iniciado en la adolescencia debiera leer con los ojos bien abiertos, porque es un libro para hacerse còmplice del autor y entrar en el paisaje dorado, oscuro, ìntimo, divertido de un muchacho que no llegaba a los 20 años o los rondaba al filo de la navaja juvenil, la màs filosa de todas. Màs que subjetividad en Relaciòn Personal, hay objetividad  de los subjetivo, el ojo cruel, gozoso, amoroso, irònico, ridìculo, de la vida  y de la relaciòn con la pareja, compañera, amiga, los objetos, el paisaje, las circunstancias, la memoria y todo lo que te rodea y desprende de si mismo.
Relaciòn Personal vuelve a editarse el 2006, como portada el rostro de  Millàn, en blanco y negro y las dimensiones del texto son muy superiores a las del original. Incluye  un total de 47 textos, pero a mì lo que màs me interesa de esta  nueva ediciòn aumentada  es el Apèndice, donde se incluyen tres poemas largos escritos por Gonzalo a los 19 años y que fueron editados, dos de elllos, en ediciones Orfeo, una revista que incluìa a los futuros grandes poetas chilenos o al menos los que figuraban por ese entonces. No es por la edad  del autor, que me llaman la atenciòn, sino por su originalidad, calidad, estructura, manejo  artesanal de la palabra, oficio, y belleza de su contenido, el significado que vemos detràs de las palabras.
No sè, como dice Alejandro Zambra, editor de la segunda Relaciòn Personal, que Millàn le debe màs a Flaubert o a Robbe -Grillet, que a Neruda. Lo que si  pude comprobar  en la mesa de disecciòn del poema, es que Gonzalo usaba el mètodo del biòlogo, un cuidadoso examen de la materia prima y una comparaciòn continua de un trozo o espècimen con otro. Es lo que recomienda Ezra Pound en el ABC  de la lectura. Admiraba a Huidobro, lo supe por sus  propias palabras: Cada dìa se me crece màs Huidobro, me dijo. Lo veìa con Apollinaire. No era lector de una sòla lectura.  Estàn los poetas malditos  a los que todos levantamos una y otra vez un altar en nuestra adolescencia y de manera merecida. Santones de una iniciaciòn necesaria. Millàn, como Parra, como todos los poetas chilenos que buscaban su propio camino, intentaban escapar de la influencia nerudiana. Màs que comprensible respirar con la propia sombra, aunque fuera coja, desvalida y anduviera a tientas, huèrfana.
La fuga de la hija ùnica, me parece extraordinario,  un texto   que se inicia con una advertencia de la hija a la madre, pero que es màs que ello, simplemente una certeza de lo que va a ocurrir irremediablemente, como un relato cuyo desenlace serà inevitable. La muchacha sabe  todo de antemano y le pide protecciòn quizàs para que no ocurra lo que tal vez ve como felicidad: Tàpame con el plumòn azul de la infancia, un verso de resguardo, dèjame seguir siendo niña a tu lado. Pero ella ve claro a su pretendiente y lo describe con detalles inequìvocos, que yo dirìa, la certeza de la aventura y el amor. Trae un sol tatuado en el brazo//y una mancha de petròleo en la mejilla. Imàgenes claras que reflejan su decisiòn y el conocimiento de su amada còmplice a travès del relato del poema, el texto sabe todo: Èl viene a travès de los rieles/despertando durmientes con su voz de campana./Ya cruzò el puente/y sus pisadas/ se fueron como  balsas por el rìo/El ya llegò al  bosque y dos  ramas de aromo/ van borrando sus pasos. Su paso no deja  huellas, sus pisadas nadie las encontrarà, todo un enigma, y la hija le da nuevos datos a su madre: ÈL viene solo y ademàs le  da una salida, porque aùn està a tiempo de retenerla a su lado. Di a los barcos que salgan al camino//y que con sus redes lo atrapen como un lobo/ y advierte, pero èl los torearà, madre con su pañuelo/ y les tirarà puñados de arena en sus ojos. Di, madre, a los carniceros que abandonen sus locales/ y salgan a detenerlo con sierras y cuchillos. Pero se ve que  viene preparado, dispuesto  a todo,  èl bajarà su estrella que tiene cogida en un hilo/y con su honda de espino les pegarà en el pecho. Llama a mi padre y dile que abra el ropero//y que dispare,dorada, su escopeta de ajìes/Escucha, madre se acerca La rodilla tiene abierta un pantalòn de mezclilla/y en su camisa sucia hay agujas de pino/Dile a mi padre que tome el hacha/yvaya a cortar los rieles/Madre, sàcame los ojos con un gancho de ropa/ytàpame los oìdos con cera de abejas...Es decir, impìdele que me lleve, pero es tan improbable, que de todas maneras te aviso, comunico y pongo en autos. Pero sigue argumentando con videncia acerca del peligro, el riesgo que corre ante lo inevitable. En sus bolsillos trae una argolla de cortina y mi canciòn favorita sale de su pecho/Dile a los niños que  vayan a meterle miedo/que dibujen rostros de  fiera  rojos carbones/Escucha, madre/se aproxima/Di a los pájaros de vidrio que le hagan zancadillas/Di a los cerdos negros que se coman sus dedos/Que èl se llevarà mis pechos como dos sombreros/y mi sexo ondearà en el suyo como un pañuelo. Lo inevitable siempre parece inevitable. Madre, que tengo miedo/padre, silba a tus toros./ Madre, bùscame un hermano/El vagabundo ya llega con sus manos de fuego/y siento sus caracoles verdeando mis piernas. ¿Còmo evitar, neutralizar la fuerza del deseo? Madre. Padre. El vagabundo/Que abandonen la taberna los ociosos y los ebrios/con sus bocas de barriles, emborràchenlo de vino.
Madre, el vagabundo...quebrò los màstiles con sus manos quemadas/partiò los cuchillos blancos de los carniceros/escupiò los ajìes de la escopeta dorada/los hilos del tren reparò con barro/les pegò en el traste a los niños que le asustaron/quebrò la zancadilla de pàjaros con su zapato roto/marcò el lomo de los cerdos con su mano de fuego/estrangulò el vino azulenco que pateò en su vientre/
Madre Padre/El  vagabundo llega/ Ambos progenitores estàn avisados, ya no sòlo es la madre, la primera en proteger la honra y vida de la hija. Siente que ella no puede sola a lo largo del poema recurre a otros poderes y fuerzas.Ha sacado el plumòn como una hoja de mis brazos/Me ha marcado la frente con su mancha de petròleo//y ha puesto la argolla en el cuello de mis senos.¿Quièn puede detener la lìvido compartida?
Madre, padre, el vagabundo ha llegado/Vagabundo, vagabundo, nos alejamos por los rieles/Mis pechos  penden de su espalda como dos sombreros/Vagabundo...Vagabundo.../Mi sexo flamea en su sexo como una bandera/Madre...Padre...Vagabundo.../Mi amor me lleva por los rieles.
El tercer texto  de Apèndice de esta ùltima versiòn de Relaciòn Personal, se llama Desierto, un tema que siempre me ha motivado y puesto alas a mi memoria y pasiòn por ese espacio de nadie y de todos, tan personal, ìntimo, dueño de sì mismo y  que nada exige. El desierto son sus propios recursos, fuerzas, la paciencia del dìa a dìa, su humildad hipnòtica frente a los elementos que le rodean y asedian, ante el viajero que no se cansa de visitarlo. Convivir con èl, es otra cosa. Tuve esa experiencia por unas dìas y noches, en la soledad de sus caminos salobres del norte chileno, con su camanchaca que huele a otro tiempo y se impregna en los pulmones. La humedad que la aridez  pareciera confundir, el desierto la entrega en sus noches y amaneceres,  y en el dìa el sol vertical quema, es dueño absoluto y es el mejor traductor del clima del desierto. Viene de siglos este tiempo silencio, pasivo, siempre en espera, alucinado por su propio tiempo.
El desierto es la armonìa con la nada y con todo, un acto tan personal de reunirse consigo mismo. Capaz de usar espejismos para brindar esperanza al màs extraviado de sus seguidores, pienso que no tiene lìmites en su compasiòn y creatividad. El desierto se autohabita y tambièn el hombre  le acompaña sobre la superficie y se adentra en sus minas, en la riqueza de sus vèrtebras, y hace de la roca algo màs que  silencio y olvido.
¿El desierto està para magnificar o apreciar la soledad? ¿Su objetivo es superar el tiempo? ¿Su belleza radica en su silencio o en lo que dejamos de escuchar? El desierto no se mira en el tiempo que dejò atràs, ni se prepara para el mañana, son otros los interesados en ver las cosas distintas, aunque el desierto que yo conozco, cambia de colores, temperaturas, pero se mantiene firme, permanece en lo que es.
¿Quièn ha dicho que el desierto se divierte? Es la pregunta rotunda del verso con que  Gonzalo Millàn inicia  sus 29 versos  sobre este espacio extremo que ocupa un tercio de la tierra y esconde el misterio de la discreciòn por propia voluntad. Yo lo he visto, viejo, y con la barba seca y entierrada//sentado en el cràneo de una vaca/Y no se rìe con las piedras como dicen /Ni juega a la ronda/en las mañanas con los cerros (¿Recordando a la Mistral?) Ordena sus viejos tarros de conservas/donde guarda tierras de colores/y sale en las tardes, con un sombrero de polvo/a recoger papeles en la lìnea de los trenes/Los domingos, en un remolino de arena/baja a la plaza de piedras del poblado/y levanta  las faldas de las muchachas/que salen de la iglesia/Pero se equivoca quien  dice que se divierte/Dirè que  en las noches, solitario/cuando escucha el remedo de los trenes/coge piedras pàlidas como làgrimas/y quiebra ventanillas con sollozos y alaridos. Este desierto de Millàn es un desierto que sufre su condiciòn de tal. Desde un principio nos enteramos que no està a gusto con la reparticiòn de la vida. Un personaje adusto, desamparado, y la soledad no le viene como modo de vida, ni es el aspirante a sòlo ver pasar sin consecuencias. El desierto no sòlo  se mira interiormente, sino ve que  màs allà de su lìmite se termina el desierto, aunque desconoce que toma otros caminos, cauces, maneras el espacio y el hombre que le habita para crear su propio desierto.
Pero no es nada, suena/ y se pierden/y queda silencioso el viejo del desierto/Ordena su museo de espectros/mira sus piedras/patea sus tarros oxidados/y va con el esqueleto de su perro/a sentarse a la orilla del camino/a mirar si viene un hombre, a lo lejos.
¿El desierto es humano? ¿Se humanizò? ¿Què espera el desierto y por què sigue creciendo si no està agusto con su aspecto? Este desierto del joven poeta se sabe pobre y de alguna manera va a la orilla de su propia vida  con la esperanza que llegue la mano del hombre  a cambiar las cosas. El desierto chileno, Pisagua,  es un lugar de extrañamiento, destierro, deportaciòn, exilio, privaciòn de la libertad para polìticos y personas  de izquierda. El desierto tuvo la oportunidad de compartir por distintas èpocas la humillaciòn del hombre por el hombre. Conocer la làgrima seca y el olvido, la pena del abuso de autoridad.
La Làgrima seca
Desierto/destierro/despierto/en el duro arenal/viento de la sal/mar de la ventana/paìs la làgrima rota/sin dientes pules la sonrisa/del muerto/el esqueleto la calavera/que el tren mirò al pasar/con su humo la locomotora/aturde el sol/las manos recogen sal/los ojos recogen sal/la arena recoge sal/la sal conserva la memoria/El mar, nadie/olvida losmuertos. (Rolando Gabrielli)
El desierto de Atacama (Pato Negro en quechua) es el que tengo en mi memoria y florece cada diez años, siendo el màs seco del planeta. Y sobre todo a su gente, cuyos rostros cincelados por el propio desierto no dejan impasible a nadie.
Rolando Gabrielli©2010

3 comentarios:

Anónimo dijo...

La soledad rolando es una exposiciòn que molesta al resto, terminàs siendo un bicho raro...

Anónimo dijo...

Este artìculo me pareciò interesante, muy atento en sutilezas sociològicas, actualizado a la època, buscarè màs material. Millàn ni hablar: hermoso!!!y usted brillando gabrielli en su escritura con foto incluìda...

Anónimo dijo...

muy buena la nota de Millán, saludos...Daniel Rojas