(Advertencia. Este cuento no es mìo, me lo contaron)
El paìs de Kuli y J, no es fàcil describirlo, por lo desconocido y dirìa, misterioso. Tal vez no exista o estè en algùn lugar de la imaginaciòn. Ese es sin duda el sitio màs espectacular e inagotable. Allì ocurren las aventuras màs sorprendentes. Desde un Sòtano, donde escribo, es posible ver casi todo, cuando uno cierra los ojos verdaderamente. Yo dirìa, menos el cielo. Pero existe la posibilidad de imaginar la lluvia o el sol caer verticalmente como un cometa que va y viene. La lluvia en el invierno tropical, es otra cosa, borra el paisaje y obliga a ser capitàn de barco a los automovilistas. Dejan sus naves varadas, mientras el rìo corre y el tiempo se archiva en algùn calendario usado.
Kuli y J no son nombres de mi autorìa, pero los he adoptado. Ambas son tan antiguas como el agua y transparentes como la luz de sus miradas de burbuja. Sus ojos no miran fìsicamente, pero tù te sientes observado por ellas, con una gran tranquilidad y paz interior. En verdad, me cuenta la autora, Kuli y Kuli son mellizas y J, supongo, forma parte del grupo. En un relato, los fragmentos saltan y vuelan de las manos o de la boca de su autor, cuando no te quiere decir todo para que tù tambièn sueñes y veas con tu manera de ver. En el Sòtano, el tiempo se atraviesa como un gran telòn inflable de tiempo indefinible, inagotable, sin ninguna medida. Es un desconocido parado en una esquina. Un solitario con un sombrero. ¿No me digas, què nunca lo has visto asì? ¿Bajo la superficie, se sabe màs de uno mismo, que del tiempo? Es probable. No sabemos si el tiempo en el paìs de Kuli tiene reloj, por ejemplo. No siempre los relojes son necesarios y es màs interesante darle cuerda a una cajita de mùsica. El tic tac es para las noches de un velador en las pelìculas de suspenso. Un reloj de arena, es otra cosa. Un grano va y viene entre muchos granos como un embudo cerrado y el tiempo queda encerrado como un camello en una aguja.
En el paìs de Kuli y J, o de las mellizas Kuli, para ser màs exactos, el tiempo es relativo, una burbuja dirìa, que tiene comienzo y fin. El tiempo es uno mismo, digamos, el verdadero, el que nos pertenece.
Kuli me dijo un dìa, o no sè si lo soñè, que un paìs sin tiempo es mucho màs divertido. Su melliza Kuli asintiò con la cabeza. J es màs retraìda, cree que puede pasar una estrella a buscarla. Todas andan vestidas de azul, pero J adora el rosado. Ese fue el color que le tocò en vida, y lo aceptò. Le gustaba repetir la frase: Asì es la vida. Su ilusiòn era alcanzar otros planetas. Pero esa es otra historia, quizàs. Nadie escoge el lugar donde se nace o muere. Todo es una simple coincidencia. ¿Cuàl es y dònde està el lugar correcto, se preguntarìa J? Kuli y Kuli, prefieren aprovechar el tiempo, todo pasa tan ràpido de mano en mano. Se miran como sòlo saben hacerlo las esferas. Existe tal complicidad, un mismo y ùnico circulo. Es el diàlogo perfecto del silencio. Sòlo la voz interna y el movimiento. Un gesto sin memoria.
Con licencia de la autora, su magnìfica disposiciòn a compartir, veo ascender, circular, las esplèndidas esferas por el Sòtano, azules, hipnòticas en la burbuja de su propio tiempo, superar la oscuridad y la fuerza de gravedad. J se distrae contando estrellas en voz alta, llamàndolas para que bajen. Algunas deben tener nombre propio, pero J no siempre piensa en voz alta. Y yo me entero lo de las estrellas porque veo bajar el polvo de sus puntas como un pequeño chispeante mar de cenizas. Y es notoria su alegrìa. A J le brillan sus invisibles ojos con màs facilidad que a Kuli y Kuli. En el Sòtano, todo se ve, como si un Còndor planeara desde la montaña hacia algùn lugar que sòlo èl conoce y vuelve a remontar con alas frescas y nuevas. Es un lugar que ya no tiene tiempo y en las noches cuando la lluvia cae sorda, ciega, sin otro plan que caer y caer. Es mejor saber que los rìos deben estar llenàndose y que el mar se hace màs fuerte cada dìa.
J tiene la teorìa, no desacertada, que los agujeros negros son importantes. Por eso la dejo entrar al Sòtano con poca luz y las relampagueantes àreas de algunas pantallas es lo màs visual que se puede ver. Los agujeros negros son un misterio en la oscuridad del conocimiento humano, pero se estàn dejando descubrir. Ahora, acercarse a ellos, para J es mejor hacerlo con la imaginaciòn, porque se tragan hasta la luz. J sabe que por algo las estrellas se mueven. No estàn pegadas a ningùn lugar. Si no, no serìan estrellas, porque iluminan no sòlo desde un mismo espacio. J sabe que cada estrella es màs que una ilusiòn.
Bueno, la Luna cuando crece detràs del mar, Kuli y Kuli y J, no sòlo se ponen contentas, sino la ven como una hermana mayor que brilla y que en sus ciclos perfectos, cambia las mareas y tambièn se desplaza como somnolienta entre las nubes ovejas de todos los cielos que observan Kuli y Kuli y J, como si las esferas se reunieran a converar en la mano de una niña. Si el tiempo juega, la Luna tambièn juega con nosotras, dice J, porque aparece y desaparece, està aquì y allà, gorda, flaquita, blanca, roja, oscura como la noche. Se viste y desviste sobre sus reflejos frente al mar.
J adora a Kuli y Kuli, las bautizò y les buscò un paìs. y de paso ella se incluyò. ¿No hay nada peor que no pertenecer a nada cuando se nace o sè es mayor? Una esfera gitana serìa maravillosa, sin un lugar fijo, siempre en la fiesta del paisaje que ven sus ojos, sin lìmites. Pasando libre por las puertas de migraciòn, migrando por el mundo, y asì, pienso, se ve J, como un pàjaro fabricando sus propias alas inagotables de viento, volando en el mar de todos los dìas. J adora la palabra Sin Fin, la considera perfecta porque tiene una sòla punta. Un verdadero camino, dice J. Todos llevamos un paìs lejano, algùn dìa lo conoceremos.
Nota necesaria:
Cuando la autora conociò està versiòn, a pesar de estar empiyamada, sin perder tiempo ni su indudable paciencia, encanto y afabilidad, me dijo: Este cuento debe comenzar asì: "El paìs màgico de las burbujas..." Ella, màs conocedora de lo esencial de la materia, fue al origen de la vida de las mellizas Kuli y J. Reconozco que es muy difìcil sobrepasar la imaginaciòn o los intereses, la realidad o ficciòn, con la que trabaja un autor. Pienso que debe servirme de lecciòn, para no emprender proyectos a la ligera ni encandilarme con las primeras palabras. Y eso no es todo. Kuli y Kuli y J, deben tener pintabocas en los labios y haber muñecos màgicos, galletas que se mueven. El cuento debe ser màs lindo, dijo, como rièndose, y lo firmò. Antes dijo, ese solitario desconocido en la esquina con el sombrero, eres tù. Aunque me concediò, que en el Paìs de Kuli y J, no hay relojes.
He tomado atenta nota, puedo decir por el momento. Es necesario, como dije en el principio.
Con licencia de la autora, su magnìfica disposiciòn a compartir, veo ascender, circular, las esplèndidas esferas por el Sòtano, azules, hipnòticas en la burbuja de su propio tiempo, superar la oscuridad y la fuerza de gravedad. J se distrae contando estrellas en voz alta, llamàndolas para que bajen. Algunas deben tener nombre propio, pero J no siempre piensa en voz alta. Y yo me entero lo de las estrellas porque veo bajar el polvo de sus puntas como un pequeño chispeante mar de cenizas. Y es notoria su alegrìa. A J le brillan sus invisibles ojos con màs facilidad que a Kuli y Kuli. En el Sòtano, todo se ve, como si un Còndor planeara desde la montaña hacia algùn lugar que sòlo èl conoce y vuelve a remontar con alas frescas y nuevas. Es un lugar que ya no tiene tiempo y en las noches cuando la lluvia cae sorda, ciega, sin otro plan que caer y caer. Es mejor saber que los rìos deben estar llenàndose y que el mar se hace màs fuerte cada dìa.
J tiene la teorìa, no desacertada, que los agujeros negros son importantes. Por eso la dejo entrar al Sòtano con poca luz y las relampagueantes àreas de algunas pantallas es lo màs visual que se puede ver. Los agujeros negros son un misterio en la oscuridad del conocimiento humano, pero se estàn dejando descubrir. Ahora, acercarse a ellos, para J es mejor hacerlo con la imaginaciòn, porque se tragan hasta la luz. J sabe que por algo las estrellas se mueven. No estàn pegadas a ningùn lugar. Si no, no serìan estrellas, porque iluminan no sòlo desde un mismo espacio. J sabe que cada estrella es màs que una ilusiòn.
Bueno, la Luna cuando crece detràs del mar, Kuli y Kuli y J, no sòlo se ponen contentas, sino la ven como una hermana mayor que brilla y que en sus ciclos perfectos, cambia las mareas y tambièn se desplaza como somnolienta entre las nubes ovejas de todos los cielos que observan Kuli y Kuli y J, como si las esferas se reunieran a converar en la mano de una niña. Si el tiempo juega, la Luna tambièn juega con nosotras, dice J, porque aparece y desaparece, està aquì y allà, gorda, flaquita, blanca, roja, oscura como la noche. Se viste y desviste sobre sus reflejos frente al mar.
J adora a Kuli y Kuli, las bautizò y les buscò un paìs. y de paso ella se incluyò. ¿No hay nada peor que no pertenecer a nada cuando se nace o sè es mayor? Una esfera gitana serìa maravillosa, sin un lugar fijo, siempre en la fiesta del paisaje que ven sus ojos, sin lìmites. Pasando libre por las puertas de migraciòn, migrando por el mundo, y asì, pienso, se ve J, como un pàjaro fabricando sus propias alas inagotables de viento, volando en el mar de todos los dìas. J adora la palabra Sin Fin, la considera perfecta porque tiene una sòla punta. Un verdadero camino, dice J. Todos llevamos un paìs lejano, algùn dìa lo conoceremos.
Nota necesaria:
Cuando la autora conociò està versiòn, a pesar de estar empiyamada, sin perder tiempo ni su indudable paciencia, encanto y afabilidad, me dijo: Este cuento debe comenzar asì: "El paìs màgico de las burbujas..." Ella, màs conocedora de lo esencial de la materia, fue al origen de la vida de las mellizas Kuli y J. Reconozco que es muy difìcil sobrepasar la imaginaciòn o los intereses, la realidad o ficciòn, con la que trabaja un autor. Pienso que debe servirme de lecciòn, para no emprender proyectos a la ligera ni encandilarme con las primeras palabras. Y eso no es todo. Kuli y Kuli y J, deben tener pintabocas en los labios y haber muñecos màgicos, galletas que se mueven. El cuento debe ser màs lindo, dijo, como rièndose, y lo firmò. Antes dijo, ese solitario desconocido en la esquina con el sombrero, eres tù. Aunque me concediò, que en el Paìs de Kuli y J, no hay relojes.
He tomado atenta nota, puedo decir por el momento. Es necesario, como dije en el principio.
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