sábado, julio 21, 2012

La última hora de Arteche


Ayer iniciè esta nota, una vieja deuda con mis obsesiones poèticas. Hace unas semanas pensè en escribir sobre Miguel Arteche, un poeta notable dentro de la tradiciòn poètica chilena, que afortunadamente disfrutò de las glorias efìmeras de los premios, reconocimientos y diplomacia. Hoy ha muerto Miguel Arteche, justamente preferì ignorar su enfermedad en este artìculo. El tìtulo es una mera casualidad del destino. Ya estaba escrito.
A los 86 años muere Miguel Arteche, Premio Nacional de Literatura 1996
Miguel Arteche es uno de los grandes poetas de Chile, ahora trajinado por el tiempo. Habla de abandono definitivo de las musas de la poesía, a sus 86 años, anclado en su casa en un invierno colosal.  Aùn con su pelo blanco intacto de patriarca, muy parecido a Gepetto,  Arteche es un imperdible de la poesía chilena y latinoamericana.
Poeta polèmico desde la religiosidad y lo concreto, autor de una veintena de libros, dijo no a  Neruda, sì a la Mistral, con quien comparte el Cristo crucificado del dolor, y  en su oportunidad  advirtiò desde su yo lìrico: "la antipoesìa es una peste", segùn nos recuerda el diario La Tercera en una entrevista de fin de capìtulo. Su declaraciòn màs importante es su anuncio que no escribirà màs poesìa. Como se sabe, en el 2000 se negò a firmar el acta que certificaba y reconocìa al poeta Raùl Zurita como Premio Nacional de Literatura. "No tiene oficio de poeta", sentenciò.
Las declaraciones, opiniones, polèmicas, criticas, el ir y venir del oficio en la prensa, retrata a un autor, delinea su perfil, nos lo muestra en su plena  efervescencia intelectual, pero la obra es lo que queda finalmente.  Arteche, se inclina por Oscar Hahn como Premio Nacional de Literatura 2012, porque "es un poeta de verdad"
En este tiempo, mi època, sin paìs, he pensado què dirìa Neruda de quienes le critican a troche y moche su obra, algunos con estilo, otros casi por compromiso con la crìtica polìtica, en un paìs donde la diversidad poètica  se presenta como un abanico de un luminoso arcoiris. De Rokha fue el implacable làtigo, Huidobro un critico sagaz, pero era otra època, diferentes motivaciones y todos los actores estaban vivos y podìan responder a las crìticas de sus pares.
Gabriela Mistral desde el primer dìa que leyò al joven Neruda le vaticinò un futuro notable y  le llamò "mìstico de la materia". Tambièn fue elogiosa y generosa con Gonzalo Rojas y Nicanor Parra, y con ninguno se equivocò. La tradiciòn mistraliana de leer la poesìa y no al poeta, pareciera ser materia extraña en el mundo poètico. Cuando  Parra y Rojas se enfrentaron con dientes y muelas, lo hicieron en vida y de alguna manera se dieron en la madre y se detuvieron porque pensaron que podìan quedar huèrfanos.  Ahora, Arteche decìa que en Chile habìa excelentes poetas, y citaba a Lihn, aunque no le gustaba su poesìa, se inclinaba por Teillier, Uribe Arce, Rubio, con quienes està emparentado en las tradiciones española, francesa y anglosajona.
Arteche es uno de los dos sobrevivientes conocidos de la llamada Generaciòn del 50, donde brillaron Teillier, Giaconi, Lihn, y ha bajado el telòn poètico hace una dècada, poco despuès de obtener el Premio Nacional de Literatura, un trofeo que no ganó ninguno de los tres mencionados. La manu militari se inclinò por otros ilustres (des) conocidos escritores de paso. Eso dije ayer, hoy el poeta ha muerto, pero su poesìa sigue viva, y tambièn lo dijer ayer. El tiempo  es un antes y un despuès, pero sigue siendo tiempo. Ahora siempre. Ninguna manecilla es màs ràpida que el tiempo. Eso me digo vièndome pasar. Ninguna manecilla es màs ràpida que el tiempo. Todo lo convencional, no siempre convence, ni converge o conviene, ni complace.

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