Una de las preguntas que màs a
menudo me hacen, es què método se debe
seguir para escribir. A veces no sè si reír o llorar, o montarme en un
discursito cìnico y pasearme en una retòrica que supere el registro de la
propia pregunta. ¿Còmo, a què hora, de
qué manera, se escribe poesía? ¿Còmo se forma un escritor? ¿Què o quièn es un escritor?, me preguntarìa.
Y ahì surge la sombra nocturna de Kafka, el cosmopolitismo cortazariano, los muertos vivos de Rulfo, la pasiòn de la materia nerudiana, la ingenierìa de Pound, siempre el deslumbrante clarividente Rimbaud, el temblor del cielo huidobriano, la retòrica babèlica de Joyce, los espejos del laberinto borgiano, el teatro del dolor moral de Artaud, la barroca estaciòn habanera de Lezama Lima, el canto amoroso del viejo Walt, el eterno viaje a la imaginaciòn de Bradbury, la carne real de Vallejo y los pasos invisibles de Pessoa.
Y ahì surge la sombra nocturna de Kafka, el cosmopolitismo cortazariano, los muertos vivos de Rulfo, la pasiòn de la materia nerudiana, la ingenierìa de Pound, siempre el deslumbrante clarividente Rimbaud, el temblor del cielo huidobriano, la retòrica babèlica de Joyce, los espejos del laberinto borgiano, el teatro del dolor moral de Artaud, la barroca estaciòn habanera de Lezama Lima, el canto amoroso del viejo Walt, el eterno viaje a la imaginaciòn de Bradbury, la carne real de Vallejo y los pasos invisibles de Pessoa.
No existe una aspirina mágica que nos
convierta en narradores o poetas y nos quite este dolor de cabeza de unir
palabras y encontrar un nuevo sentido, construir, contar historias. Se han
escrito mil fòrmulas y ninguna responde
a quien arroja sus dados a la
mesa del escritor por primera vez. Reconozco que las preguntas son angustiosas
y verdaderas para quienes las formulan porque se encuentran en el laberinto
inicial. ¿Por què sendero he de transitar?, se transforma en un cuestionamiento
legìtimo.
Para resolver estas dudas, interrogantes, inicios, se crean
Talleres de Literatura y Poesìa, algunos ingresan a las universidades para
aprender a escribir y hay quienes leen
las biografías de escritores famosos que han contado como llegaron a serlo sin morir en el intento.
El esfuerzo de los jóvenes nunca
es menor, ni deja de ser sincero. Es transparente como la iluminación de una
lámpara en un cuarto absolutamente oscuro.
La escritura hay que tomarla como
una de las aventuras màs formidables del
espíritu y sueño humanos. ¿Es tan solo una frase? No la había pensado con
anterioridad, es cierto, pero si la desmontamos, ¿quiere decir que toda
aventura es deseable? Depende que queramos hacer de nosotros mismos. Todo acto
literario, querámoslo o no, es un testimonio. ¿Estamos dispuestos a enfrentar
el establecimiento de la palabra, a las
caducas estructuras e intentar remecerlas,
cambiarlas?
Un escritor debe tener un buen
oído y un par de ojos muy ambiciosos, hambrientos diría, devoradores de libros.
Hemingway nos hablaba de dos cosas, del detector de mierda que debe tener todo
escritor y de la punta del iceberg, es decir, que la mayor parte de un escrito
es lo que no se ve. Esencialmente debe vivir, sin vida no hay literatura. Las anècdotas de los embriones de escritores cuando ya superaron esa face de lecturas , obsesivas, las màs divertidas que acompañan la pobreza y soledad , coinciden en que fueron necesarias, vitales, aleccionadoras.
No hay escritura, mis amigas,
amigos, sin un lector detrás de ella. Escritura, digo, trascendente,
interesante, nueva, que amerite màs de una lectura. Los desafìos actuales para un escritor son mucho mayor que los del pasado. El mundo digital y del espectàculo, no da respiro a la sociedad de la banalizaciòn.
Hay quienes sostienen que basta
un lápiz y una libreta para escribir,
una PC, antes una màquina de escribir.
Sì, son instrumentos reales, necesarios, ùtiles, indispensables. Los surrealistas, un movimiento indispensable para entender la literatura, el arte del siglo XX, empeñaron su futuro al subconsciente y se tomaron los salones y las plazas, el pelo y la fantasìa, desplazaron lo nuevo por lo màs nuevo. Yo, simplemente, digo Dadà.
Sin vocación, pasión, obsesión,
no hay nada. Me agrada lo que ha dicho
Roland Barthes, sobre el placer del texto, que no es pura entretención la
escritura, se trata de un tejido. El deseo por la palabra.
El que se encuentra frente a una
hoja en blanco debe saber que son muchos quienes la han superado y màs quienes
se encuentran realizando ese ejercicio. Es una experiencia ùnica, personal, intransferible. El ocio es creativo cuando cae en manos de un artista verdadero, necesario, indispensable, permite superar la "espontaneidad", el facilismo, el oxigeno es una necesidad y tambièn una escritura libre de compromisos subalternos.
Cada escritor tiene su propia
manera de aproximarse a lo que quiere
decir. Hay muchas reglas y ninguna. Mi recomendación, es intentar descubrir
cuanto antes què quiere uno hacer frente al ordenador. ¿Trucos?, existen muchos, atajos, puentes momentàneos, y siempre serà mejor escalar con uñas y manos, pasiòn, sudar, respirar la temida pàgina en blanco, timonear el ordenador, a punto de naufragar, como un oso blanco perdido en los hielos que se resquebrajan bajo sus patas blancas.
Las lecturas iràn hablándole al
oído al novato escritor y su propio ejercicio, sin complacencia. Rigor,
disciplina, para desarrollar oficio.
Ezra Pound dice que literatura es
el lenguaje cargado de intención. Me gusta. Es potente y verdadero. Hay que
leer sus enseñanzas y experiencias con el lenguaje. A veces la historia, la
vida de un autor, nos motiva a una reflexión esencial y nos deriva no sòlo a
conocerlo, sino imitarlo, a seguir sus pasos, pero no debemos usar su misma
ropa ni zapatos. Un escritor debe evitar las distracciones, que en la
actualidad superan a cualquier siglo. Debe soñar cuando està despierto. Dar cuerda a su propio reloj y estar atento en todo tiempo: pasado, presente y futuro. La escritura como placer, manìa, obsesiòn, hìgado, pulmòn, corazòn, poner todas las visceras al servicio de la palabra.
Hay que recurrir a los escritores indispensables, enseñan desde el error y nos obligan a buscar nuestro propio camino para derrrotarlos.
La literatura està llena de parricidas, crìmenes contra los propios maestros, y todo queda en la justicia que hace la nueva palabra. No se trata de impunidad consentida por los dioses y las musas, sino de un acto legìtimo en defensa propia. Todo legado puede ser disputado, es casi una consigna con la que suelen asomarse a la mesa de la escritura algunos escritores y los màs tenaces pueden llegar a ser aquellos que trabajan en silencio. Juan Rulfo no necesitò hablar, por èl lo hicieron los muertos y fantasmas de Comala. ¿Quièn podrìa contestarle sin que no le recorriera al cuerpo un escalofrìo?
Todo es vàlido, menos el plagio.
Rimbaud cambiò la historia de la poesìa, pintò las vocales y despuès abandononò todo por sus sueños africanos. El genial poeta francès abandonò en plena adolescencia fìsica el vicio por la palabra. ¿Habìa escrito todo, poquito, mucho? Màs bien habìa deshojado la margarita de la poesìa. Lo que le habìa tocado en suerte y vida. El enigmàtico, citado e influyente Conde de Lautremont, escribiò sus nada càndidos Cantos de Maldoror y puso pies en polvorosa en Parìs de todo escenario visible. Vivìa en Montevideo y despuès en ninguna parte. Vino, escribiò y partiò. Todo suma en la enseñanza, la lista es siempre màs larga y estas golondrinas solitarias de vuelo desconocido, si hacen verano en la poesìa o escritura. J.D. Salinger se transformò en un guardiàn de una escritura ausente, luego de cautivar el auditorium norteamericano con su novela El Guardiàn en el centeno. Todo hace pensar que se refugiò en un extraño y demoledor silencio. Dejò una novela ejemplar y una conducta de renunciamiento, no bien estudiada, documentada ni transparente. El mito tambièn escribe.
La vieja frase de arrepentimiento, borròn y cuenta nueva, esa que dice comencemos denuevo, volvamos a empezar, es aplicable a cualquier escritor que no ignore las reglas bàsicas del oficio: encontrar el cuezco de la breva, aunque sepamos que es imposible. Mallarmè, Joyce, Pound, Kafka, Artaud, Parra, Gonzalo Millàn, Waldo Rojas, Lihn, Teillier, Vallejo, Neruda, Borges, Whitman, Lezama Lima, Cortàzar, Rulfo, los he visto algunos e imaginado, otros, trabajar más allá del silencio de las palabras, donde el eco del caracol solo lo escucha el mar y un lector atento.
Algunos autores terminan siendo no solo meras referencias de otros autores, sino fuente de inspiración y superación, faros en la oscuridad de todo inicio y camino. Algunos trayectos son ineterminables, verdaderos laberintos kafkianos y borgianos, insuperables metáforas de este y otros tiempos.
Nadie sabe más que el poema o la novela o el cuento, que una pintura, un mismo arte se expresa de múltiples y secretas maneras, con voces sorprendentes para cada uno de los lectores o de quienes observan un cuadro.
La mochila del escritor carga màs que palabras, definitivamente, sueños, su historia, el ineludible pasado, la atmòsfera de lo que vive y le rodea, se va contaminando de meter y sacar lo que sirve o se va a eliminar. Las ideas paràsitas, a veces, duermen en la memoria. Està repleta de contradicciones, es casi una mochila viajera que contiene el inconsciente de un autor y la pelìcula que por ese momento filma el cuerpo transparente, oscuro de sus propias inacabadas vivencias. No existe la pòcima para beber imaginaciòn. Los poetas malditos no jugaban a la bolsa del mercado de la poesìa, tenìan respaldo màs allà de sus palabras. La mochila suda con la biografìa y el espanto se espanta con la escritura. Toda tinta es sangre tambièn de una escritura naciente y ardiente.
Hay que recurrir a los escritores indispensables, enseñan desde el error y nos obligan a buscar nuestro propio camino para derrrotarlos.
La literatura està llena de parricidas, crìmenes contra los propios maestros, y todo queda en la justicia que hace la nueva palabra. No se trata de impunidad consentida por los dioses y las musas, sino de un acto legìtimo en defensa propia. Todo legado puede ser disputado, es casi una consigna con la que suelen asomarse a la mesa de la escritura algunos escritores y los màs tenaces pueden llegar a ser aquellos que trabajan en silencio. Juan Rulfo no necesitò hablar, por èl lo hicieron los muertos y fantasmas de Comala. ¿Quièn podrìa contestarle sin que no le recorriera al cuerpo un escalofrìo?
Todo es vàlido, menos el plagio.
Rimbaud cambiò la historia de la poesìa, pintò las vocales y despuès abandononò todo por sus sueños africanos. El genial poeta francès abandonò en plena adolescencia fìsica el vicio por la palabra. ¿Habìa escrito todo, poquito, mucho? Màs bien habìa deshojado la margarita de la poesìa. Lo que le habìa tocado en suerte y vida. El enigmàtico, citado e influyente Conde de Lautremont, escribiò sus nada càndidos Cantos de Maldoror y puso pies en polvorosa en Parìs de todo escenario visible. Vivìa en Montevideo y despuès en ninguna parte. Vino, escribiò y partiò. Todo suma en la enseñanza, la lista es siempre màs larga y estas golondrinas solitarias de vuelo desconocido, si hacen verano en la poesìa o escritura. J.D. Salinger se transformò en un guardiàn de una escritura ausente, luego de cautivar el auditorium norteamericano con su novela El Guardiàn en el centeno. Todo hace pensar que se refugiò en un extraño y demoledor silencio. Dejò una novela ejemplar y una conducta de renunciamiento, no bien estudiada, documentada ni transparente. El mito tambièn escribe.
La vieja frase de arrepentimiento, borròn y cuenta nueva, esa que dice comencemos denuevo, volvamos a empezar, es aplicable a cualquier escritor que no ignore las reglas bàsicas del oficio: encontrar el cuezco de la breva, aunque sepamos que es imposible. Mallarmè, Joyce, Pound, Kafka, Artaud, Parra, Gonzalo Millàn, Waldo Rojas, Lihn, Teillier, Vallejo, Neruda, Borges, Whitman, Lezama Lima, Cortàzar, Rulfo, los he visto algunos e imaginado, otros, trabajar más allá del silencio de las palabras, donde el eco del caracol solo lo escucha el mar y un lector atento.
Algunos autores terminan siendo no solo meras referencias de otros autores, sino fuente de inspiración y superación, faros en la oscuridad de todo inicio y camino. Algunos trayectos son ineterminables, verdaderos laberintos kafkianos y borgianos, insuperables metáforas de este y otros tiempos.
Nadie sabe más que el poema o la novela o el cuento, que una pintura, un mismo arte se expresa de múltiples y secretas maneras, con voces sorprendentes para cada uno de los lectores o de quienes observan un cuadro.
La mochila del escritor carga màs que palabras, definitivamente, sueños, su historia, el ineludible pasado, la atmòsfera de lo que vive y le rodea, se va contaminando de meter y sacar lo que sirve o se va a eliminar. Las ideas paràsitas, a veces, duermen en la memoria. Està repleta de contradicciones, es casi una mochila viajera que contiene el inconsciente de un autor y la pelìcula que por ese momento filma el cuerpo transparente, oscuro de sus propias inacabadas vivencias. No existe la pòcima para beber imaginaciòn. Los poetas malditos no jugaban a la bolsa del mercado de la poesìa, tenìan respaldo màs allà de sus palabras. La mochila suda con la biografìa y el espanto se espanta con la escritura. Toda tinta es sangre tambièn de una escritura naciente y ardiente.
No sueñes/el mercado sueña por ti/y multiplica sus ganancias/No duermas/el mercado no duerme/y multiplica sus ganancias/No pienses/el mercado piensa por ti/y multiplica sus ganancias.
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