Esta es la ciudad de Federico Solmi,
un italiano que vive y hace su arte en Nueva York,
la ciudad con un
inmenso horizonte,
sin lìmites, abierta al infinito de todas las lenguas,
donde la palabra silabea
de paso por sus calles,
con ese zumbido de
abejas que ni los bulliciosos taxis
pueden interrumpir, porque a Babilonia
nadie la hace callar
con un chasquido de dedos,
ni una mentada de madre
cuando atraviesas distraído
una de sus calles
hablando de Mallarme, Kafka, la Frida Kalho o
de los soñadores que
algunas vez atravesaron el muro,
cruzaron el río Bravo o se internaron a su suerte en el
desierto.
Quiero decirles que
de vez en cuando me entero de Federico,
por sus dibujos,
pinturas, su arte muy neoyorkino
de retratar las épocas en tiempo presente trasgresor,
còmo explicarlo sin dejar afuera
la sagrada historia
vertiginosa que devora tantas cosas
y al hombre precisamente
en Nueva York,
como si en un segundo se fuera acabar el mundo,
y, sì es probable que
ocurra,
ahora tenemos tanta tecnología,
un poder destructor colosal que podríamos mercadearlo
en la Quinta Avenida sin ningún impedimento.
Nueva York, sin conocerla, me estimula,
me proyecta en el Moma y da una funciòn en Broadway,
como una estrella más de la gran taquilla.
Rolando Gabrielli©2018
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