lunes, febrero 20, 2006

Las fechas

CUMPLEAÑOS
El mejor de los días,
me dice tu ardiente boca,
ombligo de su loco río,
luna roja,
desayuno la noche.
El beso,
el cuerpo cae
en tu sombra,
húmeda, húmeda
. (R.G.)


Hay fechas que alguien inventó. El tiempo no podía irse con las manos vacías. Recoge horas, días, segundos, meses, años, la eternidad. El tiempo es nuestra primera y última, definitiva fecha.
Las fechas son exactas, irrepetibles, personales y también involucran a millones de personas. Todos llevamos un secreto calendario, ni una fecha más, incluida la nuestra.
Surgen de improviso y fundan un día, lo hacen historia, pasado perpetuo y lo proyectan. Nos convierten en un número y en otros que se van combinando casi por azar y en cada uno de esos días, convocan a los escogidos. Rito de los números, ceremonia de las fechas. La solemnidad secreta de la promesa en alguna fecha, derriba los grandes anuncios de los ceremoniales públicos, las fechas de los grandes escenarios que conmueven a las masas y a quienes las convocan. La fragilidad en la repetición de las fechas, es otra historia, un fragmento ruidoso de un porvenir no siempre compartido. De tanto ir la fecha, al fin es agua de algún cántaro.
Emperadores, dictadores, demócratas, personas humildes, gente simple de este mundo, adoran las fechas, se remiten a ellas, las conmemoran. Los calendarios son viejos indicios del tiempo, huellas solares de una luz misteriosa, vital y reverenciada.
Se nace con una fecha y se muere con otra. La última le queda a los vivos flotando en la memoria hasta que se transforman en la misma memoria de una nueva fecha. Las fechas heredan otras fechas, se cruzan, siempre encontrará un camino, un recodo, la ruta de su próxima conmemoración.
Son la insuperable alegría y tristeza del tiempo. Van y vienen. Arrastran nombres, sueños, pasado, inauguran tiempos, se abrazan a épocas muertas, a fracasos y éxitos. No son las mismas fechas para el triunfo que la derrota. Son la euforia de pequeños y grandes acontecimientos, y la lápida, la última fecha de cualquiera de nosotros. Dos fechas seguras, sólo dos, las mismas que pidió Jorge Luis Borges: nacimiento y muerte
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Rolando Gabrielli©2006

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