lunes, febrero 12, 2018

La rueda de la poesía

La rueda de la poesía va a continuar dando  vueltas en una y otra dirección. Los poetas mueren, las palabras no. De la a hasta la z no todo está dicho. Cada siglo pareciera enterrar uno o más poetas que marcaron su época, son más bien períodos,  tiempos en que  su visión trazó nuevas rutas, preparó tal vez la siguiente etapa, el relevo- más que generacional-  la ruta a seguir por el camino de la poesía.
Cada época  tiene  sus propias señales,  derroteros singulares, apuestas, visiones,  poetas que asumen su propio compromiso con el lenguaje, la palabra, la sociedad  y la poesía. El amor y la muerte, son el verano y el invierno de la poesía, la primavera es una estación más fluida  y romántica quizás, abstracta como el aroma de sus flores. Está el otoño amarillo, algo introvertido, pero espléndido, de bufanda, algo de pasos distraídos entre hojas que las cunetas de las calles acumulan como los días.
Los temas son propios de la vida humana, cada generación le arranca un pelo al lobo, una  hoja a la margarita y así sucesivamente, Homero nos guía  ciego de felicidad o el Dante nos abre las puertas al infierno.  El hombre y la poesía están llenos de interrogantes y unas cuantas aseveraciones que vuelve a revisar y corregir. Hay sorpresas y cualquier camino se bifurca. Quizás aún seamos rehenes de la mirada de Homero.
Somos el cóndor y el cordero, el yin y el yang en dos palabras, la contradicción que no lo resuelve todo, solo aspira que nos veamos en el espejo y no repudiemos, ni  renunciémos,  ni desconozcamos, la imagen.
La poesía también es una herramienta de conocimiento, es exploratoria de nuestros deseos, indaga, no es conformista,  siempre está alerta, cuestiona, asume la historia, el presente, el pasado  y el futuro, es aquí y ahora su palabra. Algunos pueden verla como una perdedora, descreída, pasada de moda,  solterona amargada, quinceañera, infantil.  Despuès de todo, el papel o las redes  digitales, especialmente, aguantan todo.
Màs cerca de la sangre que de la tinta, se dijo en su momento. ¿Y ahora, próximos al horno crematorio de la palabra por la imagen? ¿Estamos conscientes de algo? ¿Somos la esperanza de la muerte  que se retrata entre los cipreses del olvido? ¿Alguien toca las campanas de la libertad para escucharlas para sí mismo?
La poesía debiera tomar nota de este periodo anarco-banal, de horror, no sentirse una mariposa en el caos, ni un cuervo sobre el mantel negro de la realidad, más bien realizar su oficio con la capacidad que le confiere la palabra. Tiempo de desintegración del lenguaje y de la verdad, días del polvo que no solo nos pulveriza, sino que nos convierte en una masa liquida,  deforme, maleable.
Por màs inítil que  quiera calificarse a la poesía en distintas épocas, con ciertas excepciones, ella  subyace  bajo su propio cuerpo intangible a veces, visibles, otras, pero presente en todas las distancias.
Viene el matador y le clava la espada, y cree haberla matado, va por sus orejas y  sale  corneado a la enfermerìa del rudo y quizás al cementerio. Cada cierto tiempo tienen que entrar esos hombres a caballo que lancean a un toro indomable, insurrecto, vanguardista de la vida y la muerte. La poesía es vida y muerte, mantiene una lucha milenaria antes de las palabras, puede haber sudo primero el Verbo, pero ya había poesía. s un estado natural de la vida, como la belleza.
 Por todos los medios los medios nos intentan confundir, mienten, crean ansiedad, miedo, desintegran, nos hacen creer que la realidad es una como la pintan ellos. Son tiempos del escenario único del terror, del miedo al miedo, pavor y engaño, días propios del cuarto oscuro a ciegas develando la película de este  cine que nos deja mudos, pero no en silencio.
La poesía es también una mueca de la sociedad, apenas un gesto, diría con  Char, una señal, y así el poeta con su viejo espejo  también da señales de su existencia, nos hace señales, porque es el reflejo de lo que està pasando, ocurriendo a la vuelta de la esquina y en su interior, donde procesa  su propio mensaje.
De tanto estrujar, golpear un yunque con el martillo de la poesía no quedan màs que fragmentos de un gran rompecabezas, y pareciera que el herrero se  ha apropiado y está forjando su molde único, la pieza perfecta o imperfecta que como frankestein se va moldeando  así misma. La poesía no es de un solo dueño, pequeño o gran dios del verbo, sus actores se multiplican en los tiempos y en cada época.
La poesía nos enseña a vivir en la desesperanza, la belleza y la muerte si es necesario, siempre es y será un plus de los inefable. Cuando decimos màs allà, ahi estará la poesía instalada,  dibujándonos en el futuro, un nuevo horizonte.
La palabra no es lo nuevo/sino el ruido que nos deja/Un poema es apenas un comienzo/una y otra vez es su consigna/ volver al inicio de la página en blanco/como si no la vièramos/y fuera el gatillo del silencio.
 
 
 
 
 
 
 

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