jueves, noviembre 01, 2018

HOMENAJE A RAÚL RUÍZ en Santiago de Chile


El 87 fue el último año que viajé a Chile
y no sé por qué  descendí del  avión
como un turista más, despistado.
El país estaba caliente,
ardía más que una noche  de aquellas
cuando Nerón incendió Roma
o simplemente la calidez amable, amorosa,
de San Camilo, un puerto de lujuria y diversión.
En ese entonces,
caminaba por el Paseo Ahumada,
el que describió detalladamente Enrique Lihn
con el pinguino instalado  en su iceberg existencial
y a lo largo de la calle una corte de todas las miserias de Chile.
En medio del torrente de gente,
paseantes, oficinistas, comerciantes, ociosos  compradores, lanzas,
un público tan heterogéneo como los vendedores de toda clase
de pomadas, me encontré con Raúl Ruíz,
el cineasta, por si no  lo conocen
de Tres Tristes Tigres, La Maleta y otras cintas
que tuvieron como  actores a Luis Alarcón, 
Marcelo Mastroiani y la Catherine Deneuve.
Aún no había estrenado El Tiempo Recobrado de Proust,
el mismo tiempo que ahora recuperábamos en un instante
por esas casualidades de Chile que tenía viajeros ocasionales
por todas partes.
Nos dimos un fuerte  abrazo como en el final de una cinta,
sorprendidos por un libreto improvisado,
habían pasado 14 años
y no sé que pensamos cada uno
en ese instante irrepetible.
Yo había sido un extra de esos que nadie recuerda más,
de su película La Colonia Penal
(yo vivía en una colonia )
Raúl venía de su residencia parisina 
Santiago olía a naftalina, piqueteos,  gritos, marchas,
"abajo el tirano", las calles estaban en efervescencia
y el Príncipe de la oscuridad parecía no inmutarse
y tenía todas las hojas  inmóviles en sus manos
y prepara alguna ceremonia fúnebre
en algún lugar del país.
-Te invito al Rápido, me dijo sonriente Raúl,
sin más protocolo que el encuentro,
a un vino y unas empanadas
-Vamos, respondí
estábamos a 50 metros de de se icono de la chilenidad,
en pleno centro de Santiago.
Allí las voces comunicaban hacia otras voces,
la alegría contagiosa del ambiente,
el retorno, el azar filmaba
este gran momento.
Raúl había vuelto a Chile, de paso,
a reconocer el terreno  después que le instalaron
una L en el pasaporte que le impedía el ingreso.
El país solo pasaba películas de terror.
Estaba radiante, con su gran melena y porte
y ojos siempre filmando los momentos y sus circunstancias.
Ninguno de los dos pasados se juntaron y hablamos en presente,
el aire espeso traslucía una luz magra,
pero los rostros se distinguían entre muchos  y murmullos
propios de las cantinas
Las copas abrían paso a las palabras,
sobre las vibrantes mesas y el vino justo para reconocernos en el lugar
prohibido hasta ese entonces.
No sé que se dijo de París, mentiría,
esa mañana en Santiago.
Tuve la impresión que Chile se devoraba los últimos tiempos
de la dictadura.
Raúl alzó la copa con la felicidad del recién llegado,
autorizado por la Inquisición menos santa
que haya conocido la historia de Chile.
La copa   de Raúl era otra señal que todo llegaba a su fin,
reflexioné a instante, cuando vimos
una  trizadura con la forma de una L,
era idéntica a la que había desparecido de su pasaporte,
el campo estaba despejado,
el castillo del Capitán General parecía comenzar
a desmoronarse.
Nos reímos,
como si fuera un vaticinio,
un anuncio inevitable, esperado
y de los nuevos tiempos.

Rolando Gabrielli©2018
Santiago de Chile 2018

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias por los bellos poemas.

rolando gabrielli dijo...

Incluyo este comentario, amigos internautas, del poeta chileno Manuel Silva Acevedo, no porque sea el Premio Nacional de Literatura de Chile 2016, sino porque es uno de los mejores poetas de Chile de todos los tiempos, y es mi amigo hace varias décadas y acabo de verlo en Santiago. Sigue siendo el mismo de siempre Manuel, un gran poeta. Y le agradezco sus comentarios por la lucidez, sencillez, franqueza, virtudes que pocos tienen. Gracias Poeta, gracias totales
Querido amigo:

estoy disfrutando la lectura de Los poetas de Chile.
Me encanta su tono entre tierno y desopilante
y en el fondo con un amor manifiesto por la poesía y los poetas.
Mil gracias, un homenaje venerable a los poetícolas
como diría Uribe.

Un abrazo fratermo

Manuel

Anónimo dijo...

¡Estupendo ....me alegro ....!!

Encantador Manuel Silva Acevedo ..."gran poeta"

Agradezco y tengo la suerte de poseer entre mis libros "Los poetas de Chile"
de tu autoría ....cada cierto tiempo lo releo .....
Me es grato constatar el profundo amor con que describes cada una de sus
individualidades ...

Por lo que fueron y son
por lo que le han otorgado a Chile ..por décadas ....
vuelo ...identidad y trascendencia ...
Pase lo que pase
suceda lo que suceda
siempre estará presente en el Chile profundo
la poesía y sus poetas ...