Las próximas generaciones,
harán algo más que mirarse al espejo,
conversar con máquinas aburridas, sin corazón,
ver pasar el tiempo y encogerse de hombros
para detenerse a reflexionar con atención,
sobre estos años tan locos, màs de lo que quisièramos,
o pudièramos explicarnos razonablemente,
una época que creó su propia ficción,
el terror invisible, el azar de la muerte,
volvió el cine mudo a nuestros propios labios sellar
y puso a rodar un rollo interminable
con actores reclutados en el espanto,
una película sin previo contrato,
ni libreto elaborado por algún guionista iluminado,
y todo fue pura improvisación,
ensayo-error o mejor dicho horror.
Nadie quedó fuera del gran escenario
de la pandemia y podrán constatarlo
los curiosos en los años venideros,
una superproducción en toda regla,
la perfomance perfecta,
de los años 20 de nuestro siglo,
irrepetible peliculón de la centuria,
rodar y rodar diría el corrido mexicano,
pero esta vez todos éramos conejillos de indias,
en el gran laboratorio de la vida real,
en estrechos departamentos vigilados,
hacinados por el silencio y la espera infinita,
que el virus no fuera a entrar en nuestra casa,
como lo hizo en la de Ana Frank.
Rolando Gabrielli©2021
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