sábado, septiembre 03, 2011

Deshojando la margarita mexicana


Todos los libros son personales, aunque hablen de los demás, en cualquiera de las personas que escoja el escritor para  re-afirmar, defenestrar a otros con el silencio o el golpe de conejo, si se quiere buscar alguna elegancia  o por la vía del martillo contra el yunque. Cada escritor tiene su capillita y una manera muy personal de marcar, defender, atrincherarse en su territorio. El que firma o suscribe, manda y se responsabiliza. Es como quien pide unas copas  en un bar  frente al mesòn, y luego paga. Las omisiones a lo largo de la historia del libro, en concursos, antologias, ensayos, reconocimientos tardios, olvidos friamente calculados, son parte del paisaje de la historia literaria. Debe haber una especie de fosa comùn de huesos confundidos sin reconocimiento por parte de los sepultureros de escritores no seleccionados ni escogidos, sin registro para la memoria  de instituciones o compañeros de juego. Algunos se dan tiempo para recomendar que les escriban un epitafio sobre sus làpidas, el último intento quizas por fijar su identidad y orientar su permanencia, como un registro para las futuras generaciones. La especulación es un ejercicio que no suele tener fin, hilo de varias puntas.
Los escritores se miran y cada uno tienen su propia margarita  y la deshojan cada vez que pueden, como es tardiciòn: me quiere, mucho, poquito, nada, me quiere...Carlos Fuentes, comenté hace dìas, escribiò un libro que aùn no llega al mercado local intitulado: La gran novela latinoamericana. Un nuevo vistazo a la novela del subcontinente del mexicano autor de La regiòn màs transparente, cuyos olvidos no le hacen ningún favor a su propia  transparencia. Yo estaba a la espera de conocer  el libro para saber si el olvido mencionado se cumplirìa, pero a confesiòn de partes relevo de pruebas. Advertìa en este espacio hace algunos días que era muy probable que no incluyera a Roberto Bolaño en su Canon latinoamericano, arbitrario como todos los oficialismos y desplantes literarios. Así fue, pero no solo Bolaño es uno de los ausentes, sino se cita a la pasada a Ernesto Sabato, aunque el autor reconoce la importancia y riqueza de la narrativa argentina en el contexto latinoamericano. Bolaño, el autor  de 2666, alcanzó a decir en su última entrevista editada en el Playboy mexicano, que "hace mucho no leo nada de Carlos  Fuentes", cuando le pregunatron por èl.
Bolaño cometiò dos grandes errores: escribir en Mèxico Los Detectives Salvajes, la mejor novela de  y sobre México en las últimas dècadas y dispararles a los autores del boom, con algunas excepciones, pero de todas maneras instalarse con su propia mùsica. Si se le desea acusar de algo es de parricida, un crìmen  avalado  por la historia literaria y que se repite en cada època. Allà quienes caen al piso al primer disparo o sonar de gatillos. Carlos Fuentes, nacido en Panamà, pero de origen mexicano, formado en Chile y Argentina,  residente en Gran Bretaña,  profesor visitante de Estados Unidos, asiduo visitante de España, reconociò  que no incluyó a Roberto Bolaño, porque no lo ha leìdo. Los Detectives  salvajes, se editaron en 1998 y la novela obtuvo dos reconocimientos importantes: el Premio Herralde y el Ròmulo Gallego. Y cuando falleciò Bolaño, el elogio y recibimiento de la crìtica norteamericana. A este reconocimiento, por demàs de sus lectores, Carlos Fuentes le llamò homenaje  fùnebre y por ello argumentò que no iba a leer su obra.
La historia de la literatura  y del arte està llena de arbitrariedades, mezquindades, amiguismo. Cabrera Infante, Manuel Puig, Sergio Pitol, son algunos de los que no figuran en el Canon Fuentes. Dice, su autor, que ahora, cuando tenga tiempo, leerà  Los Detectives salvajes. Mario Vargas llosa, flamante Premio Nobel 2010, podrìa contarle de que se trata, porque fue el único que elogiò a Bolaño de los autores del boom vivos.

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